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			LA BRISCA DE CINCO
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De un contenedor de basura en un aparcamiento periférico asoma el cadáver de una chica jovencísima. Estamos en un pueblo de la costa de Livorno, el ima
De un contenedor de basura en un aparcamiento  periférico asoma el cadáver de una chica  jovencísima. Estamos en un pueblo de la costa  de Livorno, el imaginario Pineta, convertido en una  localidad balnearia de moda: donde estaba el bar con  petanca han puesto un discopub al aire libre, en  la pineda hay un gimnasio exterior de body-building y ya no hay bancos, sólo aparcamientos para las  motos. El homicidio parece ser un asunto de droga  y sexo, y las sospechas recaen sobre dos amigos  de la víctima, malcriada hija de buena familia de  licenciosa conducta. 
 
Pero la casualidad quiere que, por amor al cotilleo  y para matar el tiempo, el grupo de los viejecitos  del Bar Lume comience a hablar sobre el crimen,  a discutir, a reñir y, por último, a indagar.  El propietario del bar, Massimo, nieto de uno  de ellos, se acaba erigiendo como el verdadero  y desganado investigador, al que los jubilados, como  un coro griego, discuten sus intuiciones,  las desmontan y las perfeccionan, pasándolas por  un cómico cedazo de irreverencias, y convirtiendo  la investigación, más allá de la intriga policíaca,  en una expresión de testaruda supervivencia de  los habitantes del pueblo frente a la devastación  del consumismo turístico modelado por la televisión.